Debemos comenzar estas reflexiones diciendo que son de
admirar todos aquellos mujeres y hombres, que viviendo en pueblos en vías de
extinción, se resisten a dejar sus hogares; al abandono del pueblo que les vio
nacer. Sean estas notas un homenaje a ellos.
En España hay un total de 2.800 pequeñas aldeas; de
ellas 1.200 están en Galicia sumidas en literal abandono. Estos lugares que han
sido testigos de tanta historia han ido degradándose y cayendo
irremediablemente en estado de soledad y desolación, como contribución
incongruente en razón inversa del progreso de las grandes ciudades o villas.
Poco a poco así, la Galicia de los pequeños núcleos campesinos se va
quedando vacía. Ahora mismo pasan de 700 las aldeas en las que perviven una o
dos personas solamente; son los últimos habitantes que constituyen las fuerzas
vivas resistentes al imperio de la maleza que se ocupa de devorarlo todo, hasta
el punto de que hay pueblos ya embebidos absolutamente por los matorrales.
Ourense es la provincia más envejecida, con sus 110
aldeas fantasma. Y el irremediable número va en aumento si tenemos en cuenta
que la mayoría del ocaso del Rural Gallego, que es de 30 núcleos abandonados
cada año, la mayor parte pertenecen a esta provincia.
La comunidad gallega no hemos sabido dar solución a
esta situación inexorable, cuando el tiempo, que es implacable, va destruyendo
lentamente lo que a nuestros antepasados le costó sudor, levantar perpiaño a
perpiaño.
Se deja caer casi todo, se conserva casi nada. Hace
algunos años puso en práctica la
Xunta de Galicia la restauración de algunos hornos, molinos y
lavaderos comunes en los pueblos, pero aun aplaudiendo lo hecho, lo
verdaderamente importante seria una política eficaz Institucional de
conservación física global de los núcleos urbanos rurales. Y los tiempos no
están para esos gastos.
En esta crónica hay que hacer una mención excepcional
a la aldea de Couso, situada en el nacimiento del río Limia, en el ayuntamiento
de Sarreaus. Estaba absolutamente abandonada, cuando por allí apareció un buen día
en el año 2000 un riojano llamado Jose Mª Galán y se enamoró del fenecido
lugar; meses mas tarde compró todas las propiedades abandonadas; así se hizo
propietario único de la fantasmagórica aldea. Tardo 8 años en restaurar las 19
casas, molino, pajares, alpendres, horno, caminos, muros etc.
Hoy es sin duda, un núcleo rural urbano que se puede
decir que ha resucitado conservando su autenticidad física exterior; aunque
para que una aldea como esta, bañada por las cristalinas aguas del Río del Olvido,
(como lo dio en llamar el historiador griego Estrabón, hace unos cuantos siglos;
y hoy dedicada a complejo turístico) vuelva a la vida después de su ocaso, hay
otras muchas que desaparecen para siempre en nuestra Comunidad.
Ricardo Gago Fernández
Ourense
DIARIO LA REGION
OURENSE
No hay comentarios:
Publicar un comentario